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30 de octubre de 2017

Por el largo y ríspido camino de la democracia

Hemos dejado atrás tiempos en que la democracia estaba en duda, el sistema de participación era para unos pocos que tomaban las decisiones y no tenían en cuenta el procedimiento, sino que solo les importaba la finalidad.

No obstante hoy, más allá del discurso de bienvenida al gobierno democrático del Dr. Alfonsín, donde se expresó que “…los argentinos hemos aprendido, a la luz de las trágicas experiencias de los años recientes, que la democracia es un valor aún más alto que el de una mera forma de legitimidad del poder, porque con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se educa y se cura…”, la democracia no es lo que todos pretendemos de ella cuando la pensamos en abstracto.

Nuestra democracia aun hoy muestra muchísimas falencias y muchas veces no resuelve problemas básicos de la sociedad. Ello derivado de un proceso de globalización que genera enormes diferencias entre los habitantes por la “…aceptación de que el fin de la historia ha llegado (con la victoria de un sistema civilizatorio sobre los demás), la desideologización (como consecuencia de la ausencia de disputa entre civilizaciones) y el advenimiento del hombre light (expresión concreta e individual de la falta de ideales en disputa)” (Horacio Rosatti, Globalización, Estado y Derecho en Estado y Globalización, Santa Fe, Rubinzal Culzoni, 2005, p. 113).

Hay críticas que plantean que en la democracia moderna el gran ausente es el pueblo (Pierre Rosanvallon, 1998) ya que solo elige y se desentiende pero luego no participa, es una democracia meramente representativa. Esto lleva a que “…el malestar reside en la creencia de estar ya en posesión de la democracia y en sentir su triste resultado como un engaño, el salto de la conciencia –del conocimiento y de la experiencia, de la teoría y de la práctica- residirá en darse cuenta de que la democracia conlleva otras posibilidades que se encuentran entre los pliegues de su historia” (Carlos Galli, El malestar de la democracia, Bs. As., , C.F.E., 2013, p. 83).

Como expreso el ex presidente Raúl Alfonsín: “Lo grave no es cometer errores sino dejar de reconocerlos y superarlos. En Argentina, en los últimos tiempos, todos cometimos errores. Ahora es el momento de ver quiénes son quienes tienen el coraje de reconocerlos y superarlos. Esa será la prueba del espíritu democrático, capaz de adquirir el disentimiento, la discusión, y por lo tanto, la propia equivocación...Son muchas más las necesidades y convicciones que tenemos en común la mayoría de los argentinos que aquellas que nos separan…Sabremos que por sobre nuestras diferencias y más allá de nuestros intereses particulares, nos une la oposición a un proyecto excluyente que nos agrade a todos.” (Raúl Alfonsín, La cuestión argentina, 1981).

Vivimos intensos debates relacionados en cómo superar el punto de inflexión y qué hacer con el pasado en miras al futuro. Escribió el citado ex presidente: “Muchas veces me pregunte si por defender los derechos humanos que habían sido violados en el pasado no arriesgaba los derechos humanos del porvenir. Es decir, sino estaba poniendo en peligro la estabilidad de la democracia y en consecuencia la seguridad de los ciudadanos…La libertad equitativamente distribuida implica el deber de mejorar la situación de los menos favorecidos. Supone además un enfoque amplio de los derechos humanos. Ellos se violan no solo por las agresiones directas sino también por la omisión de proporcionar los recursos para una vida digna y autónoma.” (Raúl Alfonsín, prólogo a Juicio al mal Absoluto de Carlos Nino).

Ahora es nuestro deber avanzar, mejorar esa democracia que logramos obtener y por la que se derramó tanta sangre. No tenemos un sistema perfecto sino perfectible pero sino confiamos en él y buscamos en la voluntad de todos la salida solo volveremos a desembocar en totalitarismos.

Creo que lo primero y más importante es preguntarnos ¿Qué es lo que queremos? ¿Que queremos para nuestras vidas, para la de nuestros hijos y nietos? ¿Queremos que alguien decida por nosotros? ¿Queremos seguir órdenes irrazonables? ¿Queremos obedecer por obedecer?.

Personalmente quiero participar, y estoy convencido que pese a que muchos miren la película desde el sillón, es porque los convencieron de que solo pueden ser actores de reparto. No estoy de acuerdo en renunciar sin ir al casting. Es un arduo camino, no obstante la democracia implica el gobierno del pueblo (no el gobierno de los políticos, que es otra cosa). Quizás hoy recién estamos saliendo de la meta pero no caben dudas que somos nosotros quienes tenemos que correr la carrera y creer que a lo largo del camino este se irá enderezando, quizás nosotros no terminemos la carrera pero al menos pasaremos la bandera a nuestros hijos con la mayor cantidad de metros posibles hechos.